
El momento de las comidas en la escuela infantil: una oportunidad educativa y afectiva.
La hora de las comidas en la escuela infantil no es solo un espacio destinado a satisfacer una necesidad fisiológica básica como es la alimentación. Es, a la vez, un escenario rico en experiencias educativas, sociales y emocionales que contribuyen de manera significativa al desarrollo global de los niños y niñas.
Los niños y niñas viven procesos intensos de crecimiento y aprendizaje, y las comidas constituyen una rutina diaria que puede convertirse en un tiempo privilegiado para fomentar la autonomía, el vínculo afectivo y el desarrollo de la identidad.
El momento de las comidas no debe verse como una actividad rutinaria y ajena al proyecto educativo del centro. Al contrario, debe integrarse dentro de la programación pedagógica como un espacio vivo, donde se pone en práctica la filosofía educativa del centro: la visión del niño como sujeto activo, capaz y digno de atención y respeto.
UNA MIRADA RESPETUOSA Y PEDAGÓGICA
Así, para que este momento tenga un valor educativo real, debe vivirse con respeto, calma y coherencia pedagógica. Los niños y niñas, incluso los más pequeños, perciben el ambiente y las actitudes de las personas adultas, por lo tanto, es fundamental que el equipo educativo lo entienda como una oportunidad para acompañarlos con sensibilidad, escucha activa y disponibilidad emocional.
Este es un tiempo educativo de gran valor porque contribuye a múltiples dimensiones del desarrollo:
- Psicomotriz: coger los cubiertos, llevar la comida a la boca o beber de un vaso son acciones que implican la coordinación óculo-manual y la precisión del movimiento.
- Social y emocional: es un momento de relación con otros niños y adultos, que favorece la construcción del vínculo y la confianza, así como el aprendizaje de normas de convivencia.
- Cognitiva: el niño observa, experimenta, establece conexiones entre acciones y resultados, desarrolla la memoria, reconoce los diferentes alimentos y el lenguaje.
- En relación con el entorno social: a través del respeto hacia los demás, la espera del turno, el hecho de compartir y dar las gracias, el niño empieza a interiorizar valores básicos que fundamentarán su convivencia futura.
¿CÓMO DEBEN VIVIR LOS NIÑOS ESTE MOMENTO?
Los niños y niñas deben vivirlo como un espacio de bienestar, seguridad y placer. Hay que evitar las prisas y las tensiones. Cuando se sienten respetados en sus ritmos y preferencias, pueden disfrutar de la experiencia alimentaria y establecer una relación positiva con la comida.
El momento de las comidas puede ayudar a desarrollar:
- La autonomía personal, a través de acciones como coger los cubiertos, llevarse el vaso a la boca o decidir cuándo han tenido suficiente.
- La comunicación y la socialización, ya que se establecen diálogos, gestos, miradas e interacciones con otros niños y con las personas adultas.
- El conocimiento del propio cuerpo y las sensaciones, aprendiendo a reconocer el hambre, la saciedad y las texturas, olores y sabores de los alimentos.
A través de la repetición diaria y del contexto seguro, se pueden interiorizar los hábitos saludables y desarrollar una actitud curiosa y abierta hacia la alimentación.
EL PAPEL DEL EQUIPO EDUCATIVO
El equipo educativo juega un papel fundamental en la construcción de este momento. Su actitud, disponibilidad y capacidad de observación hacen posible que las comidas sean realmente una experiencia educativa.
Es importante que las educadoras y los educadores:
- Generen un ambiente tranquilo, con un tono de voz suave, sin prisas y con un espacio físico agradable y adecuado, con mobiliario adaptado, un espacio limpio y una temperatura confortable.
- Ofrezcan una presencia atenta y afectuosa, interviniendo con sensibilidad, ayudando cuando sea necesario pero también permitiendo la autonomía.
- Acompañen emocionalmente, interpretando señales como el rechazo a un alimento, el cansancio o la necesidad de contacto, entre otras, y respondiendo con empatía y flexibilidad.
- Hagan del momento una oportunidad comunicativa, poniendo palabras a las acciones y a las emociones, utilizando un lenguaje rico y cercano.
La colaboración con las familias también es clave: compartir información sobre los hábitos alimentarios, establecer una coherencia entre casa y escuela y respetar las prácticas culturales contribuye a crear un entorno seguro y previsible.
ESTRATEGIAS Y BUENAS PRÁCTICAS
Algunas estrategias que pueden ayudar a potenciar su valor pedagógico incluyen:
- Organizar pequeños grupos para favorecer la interacción y la atención individualizada.
- Dar tiempo suficiente para que cada niño pueda comer a su ritmo.
- Implicarlos en pequeños rituales previos o posteriores, como poner la mesa, recoger o limpiarse.
- Utilizar vajilla real (siempre que sea posible) para favorecer la experiencia sensorial y el respeto por el material.
- Documentar la experiencia, a través de observaciones, fotografías o escritos, para reflexionar conjuntamente con el equipo y con las familias.
Podemos concluir, pues, que este espacio se convierte en una oportunidad educativa para la construcción de la identidad, la adquisición de hábitos saludables y el fortalecimiento del vínculo entre niños y adultos.
Cuando este momento se vive con respeto, sensibilidad y coherencia pedagógica, se convierte en una experiencia rica y significativa que deja una huella positiva en el desarrollo integral de los niños y niñas. Por eso, es necesario seguir dándole el valor que merece dentro del proyecto educativo, velando para que sea una experiencia vivida con placer, confianza y cuidado.
Artículo publicado anteriormente en Diari de l’Educació.
Artículo de Rosa Garcia Roura, educadora infantil y miembro del equipo de Comunicación e Innovación pedagógica de Cavall de Cartró.